REMINISCENCIA DEL SUEÑO ANCESTRAL - IIS
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REMINISCENCIA DEL SUEÑO ANCESTRAL

4 febrero 2016

LOS DESPERTARES A MEDIA NOCHE PUEDEN SER UNA REMINISCENCIA O MANIFESTACIÓN DE UN RITMO VIGILIA-SUEÑO ANCESTRAL DIFERENTE AL ACTUAL.

Cuando hablamos de que una respuesta fisiológica o conducta sigue un ritmo circadiano, nos referimos a que sufre variaciones cíclicas, que se repiten rítmicamente del mismo modo a lo largo del día. El ritmo del sueño y la vigilia es circadiano. Aunque presenta variaciones a lo largo del ciclo vital, en función de la edad. Los bebes, duermen cada tres o cuatro horas, despertando entre esos periodos de sueño para alimentarse, a lo largo de las 24 horas que dura el día, sin diferenciar noche-dia. Posteriormente y gracias a los cambios que produce su desarrollo en el sistema nervioso, digestivo y otras funciones corporales implicadas en el ritmo sueño-vigilia, se va alargando el periodo de sueño nocturno sincrónizandose con el momento de ausencia de luz, y se va acortando el diurno (al principio en dos o tres siestas y posteriormente en una), hasta llegar a ser muy similar al del adulto.

El ritmo de sueño adulto, parece bifásico y claramente relacionado con la luz y la oscuridad ya que se duerme de noche y se está despierto de día en términos generales. Marcadores biológicos como la secreción de melatonina (en condiciones de oscuridad), temperatura, hormonas, neurotrasmisores etc, entran en funcionamiento cada día orquestados por nuestro cuerpo en concordancia y sincronía con factores externos como la luz que influye en estos procesos (por ejemplo, su ausencia precipita la secreción de melatonina que facilita el sueño). Sin embargo, nuestra forma de vida actual, en la que podemos elegir estar expuestos a la luz artificial todo el día, está ocasionado alteraciones importantes en estos ritmos circadianos, viendo frecuentemente en consulta, personas con serias alteraciones circadianas, con manifestaciones objetivas sobre marcadores internos como la melatonina, que requieren suplementarla desde el exterior.

Cuando el Dr. Wehr empezó a estudiar la fotoperiodicidad (o relación de la luz en los ritmos en humanos), se dio cuenta de la escasez de trabajos en esta línea, quizás asumiéndonos más inmunes a estas influencias que los animales.
El Dr. Wehr y su equipo, lo primero que hicieron fue tratar de recapitular y reproducir con algunos voluntarios las condiciones de sueño que podíamos tener en el pasado, cuando aun no disponíamos de la luz artificial. Alargaron el periodo de reposo haciéndolo coincidir con la oscuridad (sin luz artificial). Cada noche, durante cuatro semanas, entraban en el laboratorio y pasaban 14 horas en una habitación a oscuras, relajándose o durmiendo tanto como pudiesen. Registraron sus niveles hormonales, temperatura, ondas cerebrales y otras funciones a intervalos regulares a lo largo de la noche. Posteriormente, repitieron las medidas, en una segunda fase en la que volvieron a la rutina previa de dormir 7 o 8 horas como es habitual.
Encontraron resultados sorprendentes que nos podrían acercar al sueño de nuestros antepasados. Cuando se reproducían las condiciones invernales en las que no había oscuridad y aumentaba el descanso nocturno, los sujetos dormían cuatro o cinco horas iniciales, en las que predominaba el sueño de ondas lentas y otras cuatro horas cercanas al amanecer en el que destacaba la presencia de sueño REM (ensoñaciones y sueños vívidos). Entre los dos periodos, se producía un periodo de vigilancia relajada y tranquila cercana a la meditación que podría tener una función supervivencial (poder supervisar ausencia de peligros en mitad de la noche) y estar relacionado con el aumento y liberación sostenida y prolongada de prolactina y melatonina observado en la larga noche, que cae bruscamente cuando los sujetos vuelven al patrón actual habitual de 7 horas de sueño. También se produjeron cambios en la hormona del crecimiento, así como en la temperatura, que les hicieron sospechar que de algún modo mantenemos nuestras habilidades ancestrales innatas para responder a los cambios de longitud del día y noche, estacionales, cambios de horario, etc.

Ante cambios bruscos, frecuentes y rápidos, estos mecanismos de adaptación se ponen probablemente en marcha, sin saber aún a ciencia cierta los efectos sobre nuestra salud, las diferencias individuales por sexo, edad o incluso factores biológicos o genéticos. Un largo camino a recorrer en investigación que puede despejar dudas importantes para el tratamiento de problemas de sueño. ¿Podrían ser los despertares tan frecuentes a media noche, una reminiscencia del pasado cuando pasamos muchas horas en la cama?. Seguramente esta y otras muchas dudas se irán despejando en el futuro a través de estas líneas de investigación.

IIS

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