A finales de los años 70, el pediatra norteamericano Richard Ferber publicó un método conductual para el manejo del insomnio infantil que se popularizó en todo el mundo. La base de este método es la extinción del llanto a lo largo de un periodo breve. Pero este método no está hecho para todo el mundo. Por ello, se han desarrollado otras variantes más basadas en el apego físico (Elizabeth Pantley: The No Cry Sleep Solution http://elizabethpantley.com/no-cry/sleep/). Desde el Instituto del Sueño, queremos reconocer que no existe un método universal y único para el tratamiento de todos los tipos de insomnio infantil, y que estos deben de adaptarse en todo momento a las circunstancias de los padres.
En términos muy generales, las recomendaciones que podemos establecer son:
- Si sospechamos que la causa puede ser médica, hay que acudir al especialista con el niño, para resolver el problema.
- Si sospechamos que la causa puede estar en hábitos de sueño mal aprendidos o problemas conductuales, podemos intentar poner en marcha el siguiente plan, acudiendo al psicólogo o al médico especializado en estos problemas si pasada una semana no conseguimos resultados.
La base del tratamiento es tan sencilla cómo hacer que el niño aprenda a realizar la transición entre la vigilia y el sueño sin la participación de sus padres. Todo el tratamiento se debe de realizar en menos de una semana y, si sigue fielmente las instrucciones, las posibilidades de éxito son elevadas.
El niño debe de aprender a dormirse solo, bajo unas condiciones que se puedan reproducir cuando se despierte a media noche.
En algunos casos se producirá un empeoramiento durante los primeros dos o tres días, por lo que es aconsejable iniciar el plan de tratamiento durante el fin de semana, de manera que si los padres no duermen las primeras noches puedan hacerlo al día siguiente.
- Colocar al niño en la cama o cuna con sólo aquellos objetos favoritos y que puedan permanecer junto a él durante toda la noche para que se acostumbre a dormirse junto a estos objetos y los asocie con el sueño. Así, si se despierta en medio de la noche, podrá volver a dormirse sin necesidad de nadie.
- La habitación debe de estar oscura, tranquila y con una temperatura confortable.
- Los padres pueden tranquilizar y confortar al niño hasta que esté tumbado tranquilamente en la cama. Una vez que esté tranquilo en la cama o cuna, la madre/ padre deberá abandonar la habitación.
- Si el niño comienza a llorar, no hay que acudir inmediatamente. Pasados unos minutos (al menos 2 minutos) la madre o el padre podrá volver a la habitación a confortar al niño, que no debe moverse de la cama, hasta que esté tranquilo (aunque despierto). Entonces el padre/madre deberá abandonar la habitación.
- Si el niño vuelve a llorar, el padre/madre esperará un tiempo ligeramente más largo (p. ej., 2 a 5 minutos) antes de entrar y repetir el paso anterior.
- El proceso deberá ser repetido (manteniendo el tiempo de espera en no más de 2 a 5 minutos durante la primera noche) hasta que el niño esté dormido.
Hay que tener en cuenta que durante esta primera noche, el proceso de lloro-respuesta puede durar varias horas hasta que el niño llegue a dormirse. Ahora bien, el plan sólo tendrá éxito si somos persistentes y consistentes con el “tratamiento” y no cedemos a la tentación de coger al niño de su cama. Resulta conveniente involucrar en el plan a todas las personas que cuidan del niño para asegurarse la consistencia en la ejecución del plan.
Las noches sucesivas, se van alargando progresivamente los tiempos esperados para pasar a tranquilizar al niño si llora. Los tiempos de espera suelen ser proporcionales a la edad de los niños (a mayor edad, se debe esperar más tiempo).
- Las intervenciones de los padres deberán ser de apoyo. El niño debe de saber que están cerca y que le entienden.
- Los padres no deben de exteriorizar nunca enfado ni frustración. Tampoco deben de permitir que estas emociones aumenten a medida que progresa la noche.
- La mejoría suele verse generalmente a partir de la tercera noche. Los despertares nocturnos suelen ser más cortos, y el llanto va siendo más débil y breve. El niño va aprendido a quedarse dormido por sí sólo sin la ayuda de sus padres.
Es aconsejable que a lo largo del tratamiento los padres cumplimenten un diario de sueño con el fin de documentar el avance. Éste servirá tanto a los padres como al médico para supervisar el proceso. Una vez haya aprendido el niño a dormirse sólo, continuará haciéndolo en el futuro. No obstante, es posible que se produzcan ligeras alteraciones en épocas en las que el horario habitual se vea alterado como en las vacaciones, cumpleaños, etc. La persistencia de estas recaídas dependerá de la forma en que respondan los padres: Si la respuesta se produce de acuerdo al plan enunciado, las recaídas se resolverán solas y el niño continuará durmiendo bien.